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La sardina era una alternativa nutricional y barata para las gentes humildes del sur de España. En Málaga, a finales del siglo XIXEl Palo era un pueblo de pescadores que estaba en pleno desarrollo social y económico. Cuando aparecen el tranvía y el tren, gran parte de los ciudadanos que habitaban en pueblos o ciudades de alrededor acudían a sus playas para pasar una agradable jornada de descanso.
En 1882, se crea un merendero por Miguel Martínez Soler: la Gran Parada. Un lugar de estancia y paso donde la mayoría de malagueños disfrutaban de reuniones con familiares y amigos. Pronto se convertiría en un chiringuito emblemático con un gran interés social para todos los ciudadanos. Entre ellos, Anita Delgado (que pasaría a ser después Maharajaní de Kapurtala). El sitio tenía un ambiente bohemio que atraía a renombrados del mundo del baile, del toreo y la farándula.
Y más aún aumentaría su popularidad cuando recibió, el 21 enero de 1885, la visita de su majestad el rey Alfonso XII, que venía de comprobar ‘in situ’ las ruinas de un devastador terremoto en la Axarquía malagueña. El profesor de Historia, Fernando Rueda, nos cuenta así el momento: «’Cuando Miguel le ofreció uno de sus famosos espetos, el rey ‘atacó’ el plato con cuchillo y tenedor. En aquel momento él se adelantó y dijo: Majestad, asina no, con los deos’». Con esta genialidad ‘Migué el de las sardinas’ se hizo una gran popularidad.
¡Así es como nacen los riquísimos espetos de sardinas